lunes, 22 de febrero de 2010

Excitación y emociones.

Si entras a un bar sin ideas preconcebidas y observas te darás cuenta.

La gente busca en el alcohol llegar a un estado que de otro modo no podría alcanzar. Lo mismo sucede con la música, ambos nos llevan fuera de nosotros, acaban con ese hastío de estar con uno mismo.

Nadie es real allí. Mucho ruido, poca luz, mucho maquillaje, aromas, actitudes, ropas, poses...

Se escucha la canción de moda y todos con el vaso en alto cantan al unisono, gritan, beben, no son ellos, hacen gestos, ríen, brindan... pero nunca son ellos.

Es increíble en lo que nos hemos convertido como sociedad, el poder que hemos dado al dinero y a sexo, motores de todo, es increíble que los fines de semana los ocupemos para salirnos de nosotros mismos en vez de ocuparlos para trabajar en nosotros mismos, cosa que nunca hacemos.

"El individuo que realiza con desesperación actividades artificiales para esconder a él mismo su vacuidad es aterrorizado secretamente por la pregunta -Pero ¿qué puedo encontrar para hacer?- Además, una percepción alerta de esta condición es un principio magnífico para destruir tanto la palpitación dolorosa como las actividades artificiales."

Pero claro socialmente esto es aceptado, bien visto y es un requisito indispensable para decirte chavo que asistas a fiestas antros, trajineras, marquesa, fines de semana en teques, cuerna, cocoyoc, viajes a acapulco, con alcohol y tonterías incluídas, esto es a lo que llamamos vivir. Porque nunca podemos estar con nosotros mismos, porque leer no es divertido, porque al momento de despertarnos estamos vacíos y tenemos que llamar a alguien hacer algo, un café, el cine, el teatro... Cuando el estado natural del hombre y su sabiduría está en la vacuidad.

Pero igualmente sin ideas preconcebidas, el fanatismo en el deporte, las doctrinas, la meditación... actividades aparentemente buenas, buscan lo mismo, salir del Yo, buscar en imágenes, credos, líderes, santos, grupos... lo que está dentro de nosotros.

"Y Siddhartha le decía:
-A mi no me parece así, amigo mío. Lo que he aprendido hasta a hora entre los samanas, ¡oh, Govinda!, lo hubiera podido aprender pronto y con facilidad, en cualquier taberna de barrio de burdeles, entre carreteros y jugadores de dados, hubiera podido aprenderlo, amigo mío.
Govinda contestaba:
-Siddhartha se burla de mí. ¿Cómo hubieras podido aprender ensimismamiento, el contener la respiración, la insensibilidad ante el hambre y el dolor, entre aquellos miserables?
Siddhartha decía en voz baja, como si hablara para sí:
 -¿Qué es el ensimismamiento? Qué es el abandono del cuerpo? ¿Qué es el ayuno? ¿Qué la contención del aliento? Es la huída del Yo, es un breve alejarse del tormento del ser Yo, es un corto embotamiento frente al dolor y la falta de sentido de la vida. La misma huída, el mismo breve embotamiento encuentra el boyero en el mesón cuando bebe su vino de arroz o la leche de coco fermentada. Entonces no siente ya su YO, ya no siente el dolor de la vida, entonces encuentra un breve embotamiento. Encuentra, dormitando sobre su taza de vino de arroz, los mismo que Siddhartha y Govinda encuentran cuando se evaden de sus cuerpos, tras largos ejercicios, y permanecen el No-Yo. Así es, ¡oh, Govinda!"